El cambio no viene de otros, viene de nosotros.

¿Cómo es tu actitud de vida? Si tu actitud de vida es excelente, recibirás resultados excelentes. Si tu actitud es de sentirte más o menos en relación con la vida , la resultados que recibirás será regular. Si te sientes muy mal con la vida, pues vas a recibir solamente una reacción negativa hacia tu vida.
La historia de dos baldes subraya esta verdad. Uno era optimista y el otro era pesimista.
- Balde pesimista: “No hay una vida tan desilusionante como la mía, siempre me alejo del pozo lleno pero regreso a él vacío”
- Balde optimista: “Nunca ha habido una vida tan feliz como la mía, siempre vengo al pozo vacío, pero me voy de él lleno.
Resulta doloroso el pensar en el número de empleos que hemos perdido, la cantidad de promociones no logradas, el número de ventas no realizadas, la cantidad de relaciones, y amistades arruinadas por nuestras pobres actitudes. A diario somos testigos de empleos que aunque conservamos los odiados, y de matrimonios que aunque se toleran son infelices, todo eso porque las personas esperan que los otros o que el mundo va cambiar para nosotros, en vez de comprender que somos precisamente nosotros los únicos responsables por los resultados de nuestra vida y de nuestra actitud hacia ella. Muchos piden al creador por un cambio en sus vidas, Dios es suficiente para producir en ellas el deseo de cambiar, pero la decisión de actuar bajo ese deseo es solamente suya.
Al mundo no le importa si tenemos éxito o fracasamos. Él sigue su marcha. Adoptar una actitud buena y saludable hacia la vida no afecta tanto a la sociedad como nos afecta a nosotros mismos. El cambio no viene de otros, viene de nosotros.
El apóstol Pablo tenía un terrible pasado que superar. Le dijo a Timoteo que era el primero de los pecadores. Pero luego de su conversión sintió un gran deseo de conocer a Cristo de una manera mayor. ¿Cómo cumplió este deseo? No esperando que alguien le ayudara, ni mirando hacia atrás y lamentándose por su terrible pasado. Pablo, diligentemente, prosiguió la singularidad de su propósito y declaró: “Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta..” (Filipenses 3.13, 14).
Es imposible hacer todas las situaciones a la medida para que se ajusten a nuestras vidas perfectamente. Pero es posible hacer que nuestras actitudes sean propicias para que se ajusten a las situaciones perfectamente. El apóstol Pablo demostró hermosamente esta verdad y se convirtió en el más grande precursor del cristianismo de la historia que lo llevó a ser catapultado como uno de los líderes más exitoso de todos los tiempos.